sábado, 30 de mayo de 2009

Eco del grito urbano.





Éste es mi grito sin rumbo
un grito ciego y acalambrado
que avanza y reclama, en vano
por más justicia en el mundo.


Por las esperas ilusas
por los niñitos del campo
por los poetas sin musas
por los borrachos sin manto.


Porque la leyes se omitan
porque caigan los magisterios
porque se acabe ya el tedio
por las gordas que vomitan.


Por los huérfanos encarcelados
por las nanas, los juniors, los flacos
los esclavos de las pastillas
los adictos y operarios.


A esos y a otros busca
mi grito sin destilar
con la certeza y angustia
de quien se va a suicidar

Mi grito partió ya hace mucho
y otros también lo gritaron
recorre las calles y olvida
el tiempo, el motivo, el recado.


La opresión mata y somete
ideas y amores sublimes
¡muera la opresión!
Que le inyecten
cianuro, amoníaco, jengibre.



Mi grito ya es eco sin vida
rebotando en paredes de cemento
y a nadie le ablanda el lamento
y a nadie le importa la herida.

viernes, 15 de mayo de 2009

Una breve descripción.





La desconocida está ahí, justo al frente, a escasos metros de mis pretensiones.
Me llamó la atención desde el preciso instante en que entré a la biblioteca: una mujer desconocida muy bonita en mi opinión. Su mirada es perspicaz y precedida de unos brillantes lentes. Usa calcetines graciosos, se come las uñas de vez en cuando...

Estudiando sin descanso, levanta su cabeza por influjo de mi mente, buscando alguna cosa; haciendo pausa simplemente, que se yo. Creo que me gusta. Parece intelectual. Sus ojos abstraídos en enredados apuntes se mueven sin parar y sin compás, pero ahora se recuesta sobre la mesa, extenuada. ¿Por qué habría de preguntarle su nombre? Prefiero consumirla en mi efusión contemplativa. Es lógico y mejor seguir incógnito en su vida. Sigo detenidamente cada uno de sus gestos. Se frota lo ojos. Se acomoda. Mira al techo. Advierto una madurez inhibida por su lozanía. Mis sentidos funcionando todos en pos de ella. Y me parece percibir sus palpitaciones. Tan lejana, tan distante. Es enternecedora… contrasta de la gente, combina con su ambiente ¿Qué edad tendrá? La respuesta un enigma. Sus manos son pálidas, diligentes… manos cinceladas. Me hundo en su fisonomía casi líquida mientras reposa en la madera… y pasa algo: la llaman al celular de repente. Hola. Sonríe. Conversa dos minutos y se echa nuevamente. Linda imagen de golondrina que proyecta. Y quiero protegerla, abrigarla de la anemia y sinrazón del mundo. Toma el libro del Código Civil y sigue leyendo. Reclinada su espalda forma 45 grados perfectos con la silla. Así, ajena a los vaivenes mudos del resto, me hace pensar en palabras poco usadas. La nuit, langue romance, la torre, veritas.



Es una niña hermosa, ya me tiene convencido.



Desde luego puede que se acerque y me diga: si me miras con esa insistencia, algo tendrás que decirme. Pero yo nada diría: ella es la desconocida. Y un deseo oculto en mí se devela: quisiera ver su clavícula izquierda. Pero no. Sé que no les gusta que las miren así, como un psicopático empedernido en descubrir algún retazo de su belleza casta y viva. No contengo el ímpetu y la observo. Tan reservada… tan maravillosamente desconocida. Podría inspirar eternamente a un potencial poeta…ella es musa y no lo sabe...



Se pone de pie exaltada y baja rauda las escaleras, dejando sus pertenencias, todas en la mesa. No estimo prudente quedarme a esperarla. Soy un observador tenaz y es preciso seguirla. Pero cuando llego abajo ya no está. Ya no hay nadie para poder mirar. Decepcionado de mi suerte salgo del lugar, sin rumbo, cabizbajo, buscando alguna forma de excitar mis sentidos. Y entonces tomo conciencia del espectáculo que me rodea: edificios altos de honorables fachadas, enredaderas invasoras y jardines fastuosos. Pero todo esto inerte y se derrumba sin motivo.



El día envejece. Mejor me busco otra cosa en qué pensar, ya que los contornos de aquel rostro yacen ahora en el fango del olvido.