jueves, 31 de diciembre de 2009

2010


         Y pasó el 2009 dejándonos un enigma en nuestras mentes, las ideas de renovación en política y los balances de siempre. La espera tediosa pero refrescante en casa, mantel rojo, carne asada y un hiperventilado gritando estupideces eufóricamente por la Tv. El conteo, los abrazos, los fuegos artificiales desde el cerro. La reflexión solitaria en medio del griterío y el tumulto. La conciencia de estar vivo. Pasó el año y finalmente todo vuelve a ser claro. No más preguntas retóricas ni velos. Me siento como en la cima de la montaña desde la cual rodará mi roca de Sísifo para tener que ir a buscarla nuevamente. Y en ese rodar, en esa contemplación cíclica y meditabunda de mí mismo, me incinero, ceniza a ceniza, pero mi último hálito de vida  se encarga de reconstruirme, átomos, moléculas, carne y hueso. Y Mefistófeles me sonríe muy simpáticamente desde un rincón, pero sabe que no tomaré su demoníaca oferta. No aún. No mientras me siga resignando a no tener lo prohibido.

sábado, 30 de mayo de 2009

Eco del grito urbano.





Éste es mi grito sin rumbo
un grito ciego y acalambrado
que avanza y reclama, en vano
por más justicia en el mundo.


Por las esperas ilusas
por los niñitos del campo
por los poetas sin musas
por los borrachos sin manto.


Porque la leyes se omitan
porque caigan los magisterios
porque se acabe ya el tedio
por las gordas que vomitan.


Por los huérfanos encarcelados
por las nanas, los juniors, los flacos
los esclavos de las pastillas
los adictos y operarios.


A esos y a otros busca
mi grito sin destilar
con la certeza y angustia
de quien se va a suicidar

Mi grito partió ya hace mucho
y otros también lo gritaron
recorre las calles y olvida
el tiempo, el motivo, el recado.


La opresión mata y somete
ideas y amores sublimes
¡muera la opresión!
Que le inyecten
cianuro, amoníaco, jengibre.



Mi grito ya es eco sin vida
rebotando en paredes de cemento
y a nadie le ablanda el lamento
y a nadie le importa la herida.

viernes, 15 de mayo de 2009

Una breve descripción.





La desconocida está ahí, justo al frente, a escasos metros de mis pretensiones.
Me llamó la atención desde el preciso instante en que entré a la biblioteca: una mujer desconocida muy bonita en mi opinión. Su mirada es perspicaz y precedida de unos brillantes lentes. Usa calcetines graciosos, se come las uñas de vez en cuando...

Estudiando sin descanso, levanta su cabeza por influjo de mi mente, buscando alguna cosa; haciendo pausa simplemente, que se yo. Creo que me gusta. Parece intelectual. Sus ojos abstraídos en enredados apuntes se mueven sin parar y sin compás, pero ahora se recuesta sobre la mesa, extenuada. ¿Por qué habría de preguntarle su nombre? Prefiero consumirla en mi efusión contemplativa. Es lógico y mejor seguir incógnito en su vida. Sigo detenidamente cada uno de sus gestos. Se frota lo ojos. Se acomoda. Mira al techo. Advierto una madurez inhibida por su lozanía. Mis sentidos funcionando todos en pos de ella. Y me parece percibir sus palpitaciones. Tan lejana, tan distante. Es enternecedora… contrasta de la gente, combina con su ambiente ¿Qué edad tendrá? La respuesta un enigma. Sus manos son pálidas, diligentes… manos cinceladas. Me hundo en su fisonomía casi líquida mientras reposa en la madera… y pasa algo: la llaman al celular de repente. Hola. Sonríe. Conversa dos minutos y se echa nuevamente. Linda imagen de golondrina que proyecta. Y quiero protegerla, abrigarla de la anemia y sinrazón del mundo. Toma el libro del Código Civil y sigue leyendo. Reclinada su espalda forma 45 grados perfectos con la silla. Así, ajena a los vaivenes mudos del resto, me hace pensar en palabras poco usadas. La nuit, langue romance, la torre, veritas.



Es una niña hermosa, ya me tiene convencido.



Desde luego puede que se acerque y me diga: si me miras con esa insistencia, algo tendrás que decirme. Pero yo nada diría: ella es la desconocida. Y un deseo oculto en mí se devela: quisiera ver su clavícula izquierda. Pero no. Sé que no les gusta que las miren así, como un psicopático empedernido en descubrir algún retazo de su belleza casta y viva. No contengo el ímpetu y la observo. Tan reservada… tan maravillosamente desconocida. Podría inspirar eternamente a un potencial poeta…ella es musa y no lo sabe...



Se pone de pie exaltada y baja rauda las escaleras, dejando sus pertenencias, todas en la mesa. No estimo prudente quedarme a esperarla. Soy un observador tenaz y es preciso seguirla. Pero cuando llego abajo ya no está. Ya no hay nadie para poder mirar. Decepcionado de mi suerte salgo del lugar, sin rumbo, cabizbajo, buscando alguna forma de excitar mis sentidos. Y entonces tomo conciencia del espectáculo que me rodea: edificios altos de honorables fachadas, enredaderas invasoras y jardines fastuosos. Pero todo esto inerte y se derrumba sin motivo.



El día envejece. Mejor me busco otra cosa en qué pensar, ya que los contornos de aquel rostro yacen ahora en el fango del olvido.

miércoles, 15 de abril de 2009

Escritor indigno.





En la gran penuria de ideas que constituye mi vida, pocos artilugios he visto que no me hayan decepcionado. Más unos pocos, hoy declaro, son dignos de admirarse. Las montañas, la impresora, los jardines, la mirada de un sapo, libros, cosas, los garbanzos. Los placeres suculentos de los que abuso y a los cuales pertenezco son la fuente de las tristezas que gotean a ratos de mis dedos. Y éstos a su vez golpean el teclado, dando origen a morfemas sin sentido, sin motivo. A veces me auto-humillo y me pongo a lamer platos. ¡Soy tan sólo un pobre diablo! digo eso y salgo errante. Pero antes de perderme, recurro al comparativismo, el consuelo más pueril de mi mente ya madura. O si no al oscurantismo de lecturas desveladas.



Amanece un día bastardo, sin escarcha pero frío. Llega gente a mi puerta a pedir consejos o mandar recados. Me levanto rezongando y me pongo la bata carmesí desteñida. Al final les digo lo primero que se me ocurre y salen corriendo como energúmenos, y yo me pregunto si les habrá impactado lo que les dije o tan sólo es mi aspecto de bestia por las mañanas. Las mujeres de ojos llorosos pisan fuerte al caminar, más los hombres son endebles y arrastran los pies lacios, mustios. También llega un niño andrajoso con canciones que él escribe esperando mi aprobación. ¡Yo, el que más sabe de componer música! Lo espanto por su bien, pero vuelve al poco rato. El otro día, como si fuera poco, me llegó un viejo sinvergüenza vendiendo unas hojas laceradas asegurándome que eran del manuscrito perdido de Kafka... y eso llega a ser el colmo.



Leo para refugiarme de estos rigores inverosímiles, pero en lo alto de esta montaña ascética ya tengo soledad de sobra.Voy tomando la curva del círculo eterno en esta puesta en escena tan ridícula y carcomida. Escribo historias a medias... rimas incompletas. Así me vengo de la vida. Qué agradecidas estarán esas personas ficticias de no haberme conocido...

viernes, 6 de marzo de 2009

Simplemente asimilar.






Hubo un rato de silencio, y el viejo dijo: ¿Y de qué trata, prelados y señores, autoridades y lores, dioses y plebeyos; de qué trata la vida que nos tocó vivir sin previo aviso? ¿¿Acaso de suplir necesidades, creer en algo, buscar felicidad, guerras, delicias, bla, bla, bla??

¡Pero que desorientado me encuentro! - dice el hombre moderno. Yo voy más allá de eso. Más allá que la voluntad de poder o el encierro del salvaje. He llegado de a poco a la conclusión certera y obvia de que más que respirar y otras necesidades primarias, en la vida lo cardinal y necesario es – y antes de hablar contuvo unos segundos su débil respiración - : asimilar. Aceptar la certeza inmediata de la realidad continua. En esto, queridos amigos perdidos en dilemas shakespeareanos, reside el arte de sobrevivir. Desde lo más elemental e inconsciente (el hecho de que el fuego quema, el agua moja y los sordos no escuchan) hasta lo más oscuro y cuestionable (la luz al final del túnel, lo bello es bello porque sí y los pecadores se van al infierno); mucho antes de aplicar la duda metódica, la dialéctica y tanta otra cuestión que hemos aceptado como sacras, existe la asimilación de la existencia.

Más silencio. Y sin darle importancia a la mirada vacía que le propinaban esos ojos vidriosos continuó solemnemente:

… De nuestras cualidades y esencias, facultades y falencias. Asimilar el Todo como parte nuestra y a nosotros mismos como parte de él, pero emancipados del entramado complejísimo, superior a nuestra imaginación y fuerzas, que llamamos vida. Sea creyente o marxista, indigente o periodista, asimílelo todo en forma implacable y se dará cuenta de muchas cosas. Por lo menos en términos humanos… somos de profesión innata asimiladores.

Cuando el viejo terminó de hablar, todos se habían ido ya, y una viuda barría el recinto.

sábado, 28 de febrero de 2009

Marzo…





Se me agotó el tiempo. También la inspiración. Como imágenes cinematográficas pasan por mi mente los momentos felices en que descargué todo mi agobio y cansancio. Encuentros cercanos, pensamientos sombríos, palabras escritas o digeridas; miradas pasajeras, roces casi íntimos y una que otra lección se aglomeran en mi mente dando paso a un enternecedor vacío. El vacío que precede a la gran explosión especulativa y consecuente presión psicológica que corresponde a esta etapa.

Me explico. La realidad es, oh hermanos, que llegó el más temido de todos los meses, por no decir el más odiado, en una de las edades más críticas y hermosas por las que pasaré. Trato de conservar todos los consejos e instrucciones que se me han dado estos últimos 18 años de supervivencia. Reflejarlos es tarea difícil, pero no exenta de satisfacción. De un momento a otro me doy cuenta de que sin querer he estado esperando esto durante toda mi vida. Cada pálpito, respiro y pestañeo confluye hoy en una sola dirección forzosa y es como si todas mis capacidades y empeños se vieran recompensados y, contradictoriamente, castigados por las circunstancias actuales.

Es así como se cumple una ley fundamental que dicta que todo orden y ser corpóreo o amorfo, material o etéreo, carnal o espiritual, debe tomar conciente o no de ello un nuevo sentido y rumbo, es decir, cambiar. Y ya sea por la estructura formal que adoptan ciertos órdenes establecidos por la sociedad moderna o por simple corazonada que me invade, digo que hoy se desencadena en mí un cambio de magnitudes y alcances vitalmente trascendentales. Significativos no sólo para mí, sino también para una gran cantidad de gente que confía toda en que mis logros serán mayores que mis expectativas. Y este cambio tremendo, casi brutal, ¿en qué se manifiesta concretamente? Pues en un viaje físico y moral: hoy parto con mis pilchas a Concepción a recibir educación superior. Al fin llegó el día tan soñado e insospechado por mi mente infantil y otrora ocupada en fantasías y canciones trovadorescas. Hoy muere parte caduca de mí y al mismo tiempo renazco jovial y curioso a un mundo que sin duda no cuenta con las mismas protecciones y barreras de la educación básica y media. Soy así, sepulturero y obstreta de mi propio ser. Estoy justo en medio de un proceso de principios y finales imprecisos cuyo desenlace será la formación de un adulto hecho y derecho. Y aun estando al tanto y muy bien enterado de la evolución que estoy experimentando, apenas puedo creerlo. Sería un arrogante si no tuviera miedo. Miedo, nervios, expectación y locura comparten un lugar igualitario en mi alma hoy.

Y pienso… ¿cuánta creación artística he dejado de apreciar y crear? ¿Cuántos amores lunáticos e inocentes me he negado por el afán de esperar? ¿A cuántas cosas he perdido el miedo y a cuáles temo más? La caricia de una sensación melancólica me seduce a rememorar los segundos en que experimenté encandilado el sentimiento amoroso correspondido, seguido de abrupta clausura y total abandono. Los restos de ese amor despojado que me impulsaron a cometer acciones de desahogo muy poco naturales en mí, llegando a corromperme por completo, envileciendo la raíz de mi lozanía, convirtiéndome en un anacoreta de mí mismo... ¡cuántas risas y recuerdos hermosos se perdieron ahogados en un grito de catarsis y delirio explosivos! Delatores. Y luego opino acerca de la humanidad... ¡yo, que tan poco sé de ella! De la vida, del amor, del misticismo y la ciencia… ¿cuál es mi competencia frente a tan complejísimas materias? Espero vivir suficiente como para comprenderlas, pero no así tanto como para desilusionarme de ellas. Cuánto tiempo perdido en el ocio hueco y absurdo…. ¡cuánta alegría!

No quiero crecer ni seguir siendo un pendejo... tampoco me decido entre materialismo y metafísica…y a todo esto se suma el hecho de que mis acciones se dividen entre totalmente indignas, viciosas y completamente sanas e ideológicas. Mis cuestionamientos van en caída libre y el Ello de Freud se ríe de mí.Así he vivido estos 18 años, tal vez sin notarlo durante mi infancia feliz. Vivo permanentemente contradiciendo mi yo interior. Y ahora hay cambios de tan amplias consecuencias. El futuro se muestra cargado de situaciones y vaivenes, circunstancias y aspectos, relaciones y afectos, todo junto en una metafórica ensalada. Supongo que los demás que considero mis amigos están pasando por algo similar… y se dirán: llegó al fin Marzo...

Esto es lo último que escribo antes de que pase quizá que cosa… y no puedo evitar decir… que el mundo se apiade de nosotros...